Si alguna vez te has preguntado: «¿Por qué me cuesta tanto bajar de peso?», quiero que sepas algo importante: no estás sola. Esta lucha es común y, como psicóloga, puedo decirte que hay muchas razones por las que el camino hacia la pérdida de peso puede sentirse tan desafiante.
Desde factores biológicos y emocionales hasta expectativas sociales y culturales, el proceso es complejo, pero no imposible. Este artículo está diseñado para ayudarte a comprender por qué puede ser difícil bajar de peso y, más importante, cómo puedes abordarlo con compasión hacia ti misma.
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La biología: un factor clave que no siempre vemos
El cuerpo humano está diseñado para protegerse contra la pérdida de peso. Evolutivamente, nuestros cuerpos han desarrollado mecanismos para conservar energía en tiempos de escasez. Hoy en día, esto significa que cuando intentas reducir calorías o hacer cambios en tu dieta, tu metabolismo puede ralentizarse, y las hormonas como la leptina (que regula el hambre) pueden desequilibrarse.
Además, el «punto de ajuste» de tu cuerpo, que es el peso al que tu organismo se siente cómodo, puede dificultar el progreso. Este punto varía de una persona a otra y puede requerir tiempo y consistencia para reajustarse.
Pauta: No te castigues por lo que parece una «falta de voluntad». Tu cuerpo está trabajando de manera natural para mantener el equilibrio. Trabaja con él, no contra él, y ten en cuenta que los cambios sostenibles y graduales son más efectivos que las soluciones rápidas.
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El papel de las emociones y el hambre emocional
Muchas veces, la comida se convierte en algo más que un sustento físico; se vuelve una forma de afrontar emociones como el estrés, la tristeza o incluso el aburrimiento. Esto es lo que llamamos «hambre emocional».
Por ejemplo, si has tenido un día difícil, es posible que busques consuelo en alimentos ricos en azúcar o grasa porque estimulan la liberación de dopamina, la hormona del placer. Sin embargo, este alivio es temporal y puede llevarte a un círculo vicioso de culpa y frustración.
Para saber más, puedes consultar nuestro Blog: ¡Aprende a identificar tu tipo de hambre: física vs emocional!
Pauta: Aprende a identificar el hambre física frente al hambre emocional. Pregúntate: ¿De verdad tengo hambre, o estoy buscando aliviar una emoción? Si es lo segundo, busca otras formas de autocuidado, como hablar con un amigo, escribir en un diario o dar un paseo.
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Estrés y sueño: enemigos silenciosos del peso saludable
El estrés crónico puede desencadenar la liberación de cortisol, una hormona que no solo aumenta el apetito, sino que también favorece el almacenamiento de grasa, especialmente en la zona abdominal. Además, la falta de sueño afecta a las hormonas del hambre, como la grelina (que aumenta el apetito) y la leptina (que lo reduce), haciendo que sientas más hambre y menos saciedad.
Pauta: Dale prioridad a tu descanso. Intenta dormir entre 7 y 9 horas por noche y busca técnicas para gestionar el estrés, como la meditación, el yoga o la respiración profunda. Recuerda que tu bienestar emocional es tan importante como la alimentación y el ejercicio.
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Dietas rápidas y la trampa de los extremos
Las dietas estrictas o los programas de pérdida de peso rápida pueden parecer tentadores, pero a menudo terminan haciendo más daño que bien. Estas dietas suelen ser insostenibles, y cuando regresas a tus hábitos habituales, es común recuperar el peso perdido (y a veces más). Esto se conoce como el efecto rebote.
Pauta: Enfócate en un cambio de hábitos, no en una «dieta». Una alimentación equilibrada que incluya todos los grupos de alimentos y permita disfrutar de tus comidas favoritas con moderación es mucho más efectiva a largo plazo.
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Factores sociales y culturales
Vivimos en un entorno que constantemente nos bombardea con mensajes contradictorios. Por un lado, se nos anima a consumir alimentos ultraprocesados, mientras que por otro se nos presiona para tener un cuerpo «ideal». Este entorno puede generar frustración y una relación poco saludable con la comida.
Pauta: Rodéate de un entorno que fomente hábitos saludables. Esto puede incluir compartir comidas caseras con amigos o familiares, seguir cuentas en redes sociales que promuevan la salud en todas las tallas y participar en actividades que disfrutes.
Si quieres saber más sobre estigma, te animo a leer el Blog: Obesidad y estigma.
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Metas poco realistas y autocrítica
Muchas personas establecen metas de pérdida de peso que son poco realistas o insostenibles, lo que lleva a sentimientos de fracaso. Además, el diálogo interno crítico puede sabotear tus esfuerzos, haciéndote sentir que no eres lo suficientemente buena.
Pauta: Establece metas alcanzables y celebra los pequeños logros en el camino. Por ejemplo, en lugar de enfocarte en un número específico en la báscula, fija metas como «voy a caminar 30 minutos al día» o «voy a incluir más vegetales en mis comidas».
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La importancia del apoyo emocional
El camino hacia un peso saludable no tiene que ser solitario. Contar con una red de apoyo, ya sea de amigos, familiares o profesionales, puede marcar una gran diferencia en tu motivación y bienestar.
Pauta: No dudes en buscar ayuda. Un nutricionista, un entrenador o un psicólogo pueden ayudarte a crear un plan adaptado a tus necesidades y a trabajar en los aspectos emocionales relacionados con la alimentación y el peso.
Reflexión final: compasión y paciencia contigo misma
Bajar de peso no es solo una cuestión de esfuerzo o voluntad. Es un proceso complejo que involucra factores biológicos, emocionales, sociales y culturales. Si estás luchando, recuerda que cada pequeño paso cuenta, y el progreso real se logra con paciencia, consistencia y amor propio.
Permítete avanzar a tu propio ritmo y redefine el éxito como la construcción de hábitos saludables y un bienestar integral, más allá de un número en la báscula. Tu salud y felicidad son lo más importante, y estás en el camino correcto hacia una versión más plena de ti misma